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La mar, hermosa y temible, nos seduce con la fuerza de su movimiento y su majestad. En ella estamos a merced de los vientos y las mareas, en el incesante ir y venir que resume la vida misma, y sólo nos impulsa la ilusión, el corazón, para surcar las aguas. Volvemos siempre a la mar porque allí nació la vida en el planeta, volvemos a la madre.
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